lunes, 25 de octubre de 2010

La sirena

He impedido a los hombres ver su suerte mortal.

He hecho habitar en ellos ciegas esperanzas.

Y, ante todo, les di el fuego...

Y los dejé consumirse en él.

Hasta que sus cuerpos, sus almas, sus vidas,

no fueron más que cenizas.

Borradas con un soplo de olvido.

He sido cruel, muy cruel, inconscientemente cruel;

inconsciente de mi poder, terriblemente cruel...

Olvidé incluso que un día fueron personas.

Solo eran frágiles humanos, personas en el fondo...

Confiados a las llamas de la aflicción,

en el fuego inextinguible en el que ardes para siempre.

No son aves Fénix, solo son cenizas.

Personas que ya nunca volverán a ser,

el fuego modificó sus conductas, sus anhelos...

Alquímicamente transformados a ceniza,

solo cenizas.

Sus convicciones más firmes y profundas,

los cimientos de sus hogares,

todo quemado, fundido; cenizas sólo cenizas...

Mi crueldad no consistió en seguir otras corrientes,

ni nuevos mares, nuevos mundos, nuevos seres...

Ni antiguos refugios.

Los seres mitológicos somos libres

como el mar, como el viento, como las olas.

Cambiantes como corrientes marinas.

Mi crueldad consistió en abandonarlos

en la más profunda oscuridad abisal

del mar, de la perdición y la duda.

Incapaces de comprender su abandono.

Sin entender cómo pudieron ser abandonados

tras haber sido atraídos por mi propio canto.

Por el irresistible poder magnético de la belleza,

sin siquiera intentar devolverlos a la costa

de la que fueron arrancados, atraídos, sustraídos...

Arrastrados por mi mágico e irresistible canto.

Mi mitológica belleza, destructora belleza.

Los seres mitológicos somos libres.

Algunos todavía están en ese mar de perdición,

encallados en los arrecifes de la incertidumbre.

Son náufragos del sentimiento, cual antiguos objetos usados;

juguetes rotos, abandonados, tirados en orillas olvidadas.

Embestidos por las olas del recuerdo y la incomprensión.

La tempestad del abandono silencioso...

Burbujas de hermético silencio

en las profundidades de una soledad asfixiante.

Dentro de una crisálida de sombras

Sin que nadie les envíe una tabla de salvación,

que podría hacerse sólo de palabras;

Palabras sólo palabras.

Palabras que explicaran la mutación de mis ojos,

de fuente de luz a un inequívoco desprecio.

Ignoraba que algunos de estos frágiles humanos,

curiosos seres, los hombres; pobres hombres...

Ignoraba que no todos funcionan igual.

Algunos tienen un extraño concepto de la sinceridad,

inexistente en otros mortales, pobres mortales...

Algunos solo necesitan palabras para recobrar.

Palabras más crueles que la más cruel de las verdades.

Palabras, solo palabras....

Palabras para el camino de vuelta.

Hacia la línea de la costa,

la más larga línea de soledad del universo.



La Sirena.